En los días que transcurren, solemos otorgarle más importancia a los objetos que a aspectos inmateriales. La creciente necesidad que la publicidad y otros medios han generados en nosotros, provoca que muchas veces al oír el verbo "tener" lo que acuda a nuestra mente se traten de cosas materiales, dejando únicamente para ámbitos muy concretos o situaciones secundarias prioridad a aquello no perceptible. Nuestra rutina se encuentra repleta, totalmente impregnada de multitud de sentimientos, recuerdos, experiencias, sensaciones, ideas que determinan quiénes somos, y, paradójicamente, otorgamos preferencia (aunque inconsciente) a lo que captamos mediante nuestros sentidos. Un decepcionante hecho que, desgraciadamente, se trata de nuestra realidad. En segundo plano quedan las claras inferioridades del deterioro o pérdida de utilidad, que dejan paso a la supremacía tecnología, la cual aparentemente parece desbancar a la incomparable sensación de reencuentro o satisfacción con un logro personal. Los niños pasan a ser educados con el sistema éxito-recompensa material y permitimos que muchos de ellos desconozcan el esfuerzo sin compensación, muchas veces creciendo aún con esta carencia. Aspiramos a conseguir un móvil mejor, ropa nueva con la que rellenar el armario y todos aquellos aparatos inservibles de la tele tienda que aparentan hacer nuestra vida más sencilla, en vez de buscar los pequeños detalles diarios y aquello que se escapa a nuestra simple visión sensorial. Verdades que, increíblemente, parecen permanecer en las sombras sin que preocupen a una gran mayoría. Inconscientes de la incapacidad del valor de un recuerdo o de una amistad, estamos condenados a una vida absurdamente controlada por el consumismo. Sin embargo, nunca es tarde para abrir los ojos, observar que hay más allá, y sobre todo, contagiar la necesidad de recuperar la importancia que lo inmaterial realmente merece...
"There is always hope"